Es muy cansado vivir en Madrid
Nada bonito dura: hay que estar en una constante pelea contra las instituciones para que no se carguen lo que funciona
Esta mañana, según me he despertado y he abierto Twitter —también estoy en Bluesky, pero una rutina de dieciséis años no la cambias en dos días—, me he enterado de que la policía estaba desalojando el CSO La Atalaya, el centro social okupado de Puente de Vallecas.
Como estoy desempleada (perdón por remarcarlo tanto: es mi primera vez cobrando el paro y vivo feliz), he cogido un Bicimad y me he ido para allá.
La Atalaya está en el parque Javier de Miguel, donde empieza Palomeras, la zona más moderna del distrito y a unos diez minutos en bici de mi casa. El edificio es un antiguo instituto: lo cerraron en 2011 y se okupó en 2014. Es un enclave bastante especial. El parque mola, en él se celebran las fiestas de La Karmela en julio (las que montan las asociaciones del barrio, no las oficiales del Ayuntamiento) y además está coronado por la Torre de San José, un edificio circular de quince plantas con un gran patio interior en el que entras y te caes de culo de lo espectacular que es. Desde La Atalaya se ve esta torre, que según contó mi compañero Roberto Bécares llegó a ser, en 2015, el lugar más ‘podemita’ de Madrid.
Total, que he llegado y había allí un montón de lecheras y varias decenas de nacionales rodeando el CSO e impidiendo a cualquiera acercarse. Abajo había miembros del centro organizándose con otros colectivos (La Villana, el Ateneo de Vallekas) para poder llevarse el material. En La Atalaya hay montado un rocódromo, una escuela de boxeo, se hacen conciertos, asambleas y eventos populares. Es realmente interesante tener un centro así en el barrio: yo he ido a fiestas y el ambiente es fenomenal.
Pero vivimos en Madrid y nada bonito dura, o más bien hay que estar en una constante reclamación y pelea contra las instituciones para que no se carguen lo que funciona.
En este caso, y según me han dicho fuentes de la Policía Nacional —esto queda muy periodístico y en realidad consiste en llamar a prensa—, el desalojo se ha producido en cumplimiento de una orden judicial. La propietaria es la Comunidad de Madrid a través del IVIMA (Instituto de la Vivienda de Madrid). No es la primera vez que intentan cerrarlo, ni desde luego el único CSO que se han intentado cargar. En 2015 y 2022 ya hubo intentos que no prosperaron. Esta tarde hay una manifestación contra el desalojo.
Esta ciudad es agotadora. Supongo que cualquiera lo es (hay un libro de 1968 que se llama El Derecho a la Ciudad, no es un concepto nuevo), pero Madrid es la que conozco, disfruto y sufro a diario.
Hace unos meses quise quitarme la mala leche de encima y dejar de salir a la calle enfadada, viendo motivos para el desencanto en cada esquina. Ya sabéis: patinetes tirados, calzadas que se asfaltan cada dos por tres, el Retiro cerrado cuando sopla cualquier ligerísimo viento, Banco de España inundado si caen tres gotas, las Meninas de los cojones, el extreme terracism, etc. etc. etc. Quise abrazar la locura. ¿Que Almeida decide gastarse cuatro millones de euros en poner jardines verticales en la autopista mientras tala árboles en plazas y parques? Venga, a tope con ello y que disfruten las vistas los coches. ¿Que monta una carrera por los túneles de la M-30? Cómo no se le había ocurrido a nadie antes. Incluso si asfalta con olor a mango: todo me parecía bien.
Pero por algún motivo estoy volviendo a la casilla de salida. En las últimas semanas me he dedicado a hacer campaña para que pongan parquímetros en Vallecas —porque el Ayuntamiento lanza una consulta en vez de ponerlos sin más y nos toca a hacer a los vecinos la labor informativa, ya que si no nadie se entera—, a freír a la Junta de Distrito para que no cierren el Cubo Gym —una especie de gimnasio al aire libre que funciona muy bien y que al parecer está en peligro— y ahora a enterarme de por qué desalojan La Atalaya, a intentar evitarlo y a estar triste porque es un sitio que mola mogollón. No hay día tranquilo en Madrid.
Recuerdo que hace unos años hice un paseo con La Liminal, un colectivo muy cool que te cuenta el urbanismo a través de la clase y el género. Nos enseñaron el polideportivo de Daoiz y Velarde, en Pacífico, unos antiguos cuarteles que estuvieron en desuso y amenazados por la piqueta muchos años. Los vecinos dieron la brasa y se manifestaron para evitarlo: al final ganaron y consiguieron uno de los mejores espacios públicos de Madrid. Me gustó la definición que dieron Bea y Yolanda, las organizadoras del recorrido: nada es gratis en la ciudad.
Bien dicho 👌. Imagino que en Barcelona será algo parecido.
Gracias por ayudarnos a descubrir asociaciones, plataformas y actividades que nos ayudan a conocer un poco más a esta dichosa ciudad. Saludos.